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Maytexu

Lo que no vemos


Leo ha acabado P3. Es un tópico decir que ha pasado volando pero es tremendamente cierto. Y estos días he pensado mucho en todas esas horas que pasa Leo en compañía de monitores, cuidadores, profesores, educadoras... mucho tiempo al día en el que no estoy para verle y no sé lo que pasa entre ellos, y quiero escribir sobre esto. Porque es importante aunque sea invisible para nosotros.

No veo a la cuidadora que acompaña a Leo a la hora de la siesta, ni veo el cariño que le tiene, ni el vínculo especial que establecen. Ni siquiera la conozco porque no coincidimos cuando voy a buscarlo, pero un día en el que cambiamos el horario la vemos, y me dice que es su último día de trabajo y que va a echar mucho de menos a mi hijo, con el que pasa dos horas al día cinco veces a la semana y yo ni lo sabía. Y se emociona y le brillan los ojos mientras me dice que ha creado un vínculo especial con él y que justo hoy estaba aún más cariñoso de lo normal, como si lo supiera. Y me cuenta una compañera suya que esta cuidadora se planteó no coger otro trabajo mejor para no dejar a Leo. No lo he visto en primera persona pero todo eso ha pasado.

No veo a padres que luchan por el derecho de los niños con necesidades especiales desde el AMPA y desde el primer día, antes siquiera de conocerle. Y no me entero de que mientras yo siento que lucho sola, ellos están velando porque mi hijo tenga todo lo que necesita, aunque signifique invertir más dinero en él que en el resto de niños, incluido su hijo. Y un día me dice que "egoistamente" (aunque no haya nada de egoista en ello) está agradecido por compartir el curso con Leo porque beneficia directamente a su hijo, que quiere que crezca conociendo a niños como Leo porque le enriquecerán como persona. No veo cómo hablará con su hijo sobre Leo, si el pequeño le preguntará por qué el trato a Leo es diferente, pero no dudo en que lo hará con respeto, tolerancia y cariño.

No veo a las cocineras de la escuela, que aunque no tienen contacto directo con todos los niños del cole, a Leo sí que lo conocen por todas las veces que se escapa y se planta en la misma esquina de la barra de la cocina en busca de pan y se alegran siempre de verle. No veo cómo le ponen la comida que le gusta cuando el menú no es de su agrado, aunque les suponga un esfuerzo extra. Ni veo cómo le miman a base de trozos de pan, que es lo que más le gusta comer en el mundo.

No veo al padrino del cole de Leo. Ese chico de 12 años que está en el último curso y que no sé si sabrá exactamente lo que es el autismo, pero le acompaña cuando Leo está disgustado y se queda a su lado a pesar de que Leo ni lo mira, y aunque las profesoras le dicen que puede irse a jugar con sus compañeros. No, él se queda con Leo, aunque yo no lo veo. Ni tampoco veo las horas que dedica a pintar y convertir una caja de zapatos en un juguete de pesca para Leo. No veo el cariño y la comprensión con la que trata a su apadrinado aunque Leo no le dedique la atención que sus gestos merecen.

No veo a los niños de 3 o 4 años que acompañan a Leo todo el día, para comer, para echar la siesta, para salir al patio, para cantar el 'Bon dia'. No veo a ese chico rubio que tiene una camiseta de los Ramones igual que la de Leo contarle a su madre que Leo ha tenido hoy un día mejor, que no ha llorado tanto, que ha sonreído más. No veo cómo sus compañeros le observan y se preguntan por qué Leo no habla aún. No les veo colaborar para poner el cojín azul de Leo en el sitio donde siempre se sienta, aunque sea el único que tiene un cojín exclusivamente para él. No les veo a veces, cuando intentan apropiarse del cojín porque ellos no tienen uno así, pero se lo devuelven porque han aprendido que lo necesita.

No veo a esa madre que acaricia el pelo de Leo mientras salen de clase en fila india para ir a una excursión, ni la veo hacerle fotos que me manda contándome que Leo estaba muy contento de irse en autobús.

No veo cómo su tutora y las educadoras le vigilan sin descanso las casi 8 horas que se pasa en el cole. No veo cómo se pelean por él para acompañarle un rato porque dicen que 'tienen mono de Leo', no las veo achucharlo, besarlo y abrazarlo, pero deben ser muchas veces, porque sólo en el poco rato que coincidimos cuando lo traigo y lo vengo a buscar, ya le dan unas cuantas dosis de arrumacos varios.

No veo cómo su educadora lo llama 'amore' todo el día y nunca parece cansarse de él aunque alguna vez me confiese que "hoy está para regalarlo". No veo las horas de comedor que se ha pasado siendo su sombra, sentado junto a él, para que finalmente consiga que no se levante de la silla mientras come. No la veo conseguirlo pero sí que veo los resultados en casa, donde ha empezado a aguantar sentado a la hora de cenar, uno de tantos méritos de la educadora y su equipo. No la veo celebrar cada cosa que hace Leo con tanta ilusión como si hubiera batido un récord mundial. No veo esos pequeños avances que pasan desapercibidos día a día pero que si echas la vista atrás, son incontables y muy importantes para su avance.

No he visto nada de esto, pero me lo han contado, y quiero darle el valor que se merece. De las horas que Leo está despierto al día, la mitad de ellas no está con su madre ni con su padre, pero me parecía importante mencionar que son horas esenciales de su vida que no pasan el balde. Gracias a todos los compañeros que crecerán apriendiendo a ser más tolerantes, a ese equipo escolar que trabaja con paciencia, pasión y motivación, a esos padres que les preocupa más los valores que adquirirán sus hijos que lo rápido que aprenderán la tabla de multiplicar, y a cualquier profesional, familiar o persona en general que ha hecho que aunque llegáramos a este cole con lágrimas, acabamos el curso con una sonrisa, y con algunas lágrimas más pero de alegría.


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