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Maytexu

No me gusta la palabra "normal" pero a veces hay que intentar parecerlo


Muchos me preguntáis cómo le está yendo al cole, ahora que ya hace casi dos meses que empezó. Pues aún no nos hemos reunido con su tutora para una valoración, pero podemos afirmar que muy bien. Leo va contento a la escuela, le encanta estar allí, se lo pasa bien, le gusta especialmente la clase de educación física y salir al patio y sus profesoras están cada día más contentas con su progreso. Han notado un cambio importante desde que empezó, está más tranquilo ya no trata de escaparse a cada minuto, es muy cariñoso con ellas y mantiene mucho más el contacto visual, ha empezado a responder a su nombre (aunque no de forma constante, pero cada vez más) e incluso hace poco ha empezado a aceptar comidas que no había comido nunca y a participar en alguna actividad de clase, como poner el calendario. En definitiva estoy contenta aunque tampoco son avances espectaculares. Un avance espectacular para mi sería que intentara comunicarse de alguna otra manera que no fuera cogiéndote de la mano, o tener una actitud más participativa y estar más centrado en las actividades que realizan en clase, pero como dice su tutora: "poc a poc" (poquito a poco).

En casa también hemos notado algunos cambios positivos, el más significativo es que está más tranquilo, menos ansioso y un poco más obediente. Leo odia las duchas, y el otro día lo llevé al baño para darle una, cuando se dio cuenta de lo que tocaba se puso a llorar, pero en lugar de escaparse, me ayudó a desvestirlo e incluso entró en la bañera por iniciativa propia, entre lágrimas eso sí. Pero no todo es constante, a veces damos dos pasitos hacia adelante y uno hacia atrás. Ayer al recoger a Leo su educadora ya me dijo, con mucha razón y sentido del humor, que Leo estaba "para rifarlo". Efectivamente, estaba nerviosísimo, no paró de portarse mal en toda la tarde, jugar de manera inapropiada y peligrosa con objetos, e incluso caminando por la calle se zafó de mi mano y salió corriendo hacia la carretera. Yo me llevé un susto de muerte aunque no llegó a alcanzar la calzada, pero esos segundos pasaron para mi a cámara lenta y agónica. Mientras yo intentaba frenar el carrito de Bruno para que no rodara cuesta abajo, veía cómo Leo corría hacia el paso para peatones que estaba en rojo, y a pesar de ir todo lo rápido que podía, era como en esos sueños en los que todo pasa muy despacio, tu cerebro va más rápido que tu cuerpo y te sientes impotente... cuando conseguí salir tras él yo ya hacía rato que gritaba su nombre con todas mis fuerzas. Ningún transeúnte de los que pasaban pareció darle mucha importancia al niño que corría con su torpe madre por detrás, sólo me miraron pensando que probablemente estaba loca, y tenían razón, era locura transitoria de madre. Si se llegan a poner en mi camino yo no respondo de las consecuencias. Por suerte Leo paró antes de llegar a la calzada (no sé si fueron mis gritos a todo pulmón o decisión suya propia) y yo me los llevé a los dos directitos a casa a intentar pasar el susto en la intimidad y poner fin al miniespectáculo callejero.

Cosas como esta me pone un poco mis ánimos por los suelos a pesar de los progresos de Leo, porque aunque ya sé que muchos niños de su edad salen corriendo despreocupados en la calle, Leo no suele responder a su nombre y yo me siento indefensa, sólo puedo detenerlo si es físicamente, y por eso no le quitamos nunca el ojo de encima ni le dejamos ir un segundo solo cuando vamos por la calle. Es otra de esas cosas que resultan agotadoras, y otra (de las muchas ) cosas que envidio de los niños neurotípicos: que puedas fiarte mínimamente cuando caminas con ellos por la calle, aunque nunca dejes de vigilarles. Hasta llevarlo al supermercado es una pequeña tortura, porque siempre decide salir corriendo e ir a manosear tomates o tirar compresas al suelo. Y ya tiene una edad como para que esas cosas dejen de parecerles graciosas a la gente, sobre todo a la gente mayor que siempre se entromete y está dispuesta a hacerte saber que tu hijo es un maleducado. Leo ha avanzado algo en este aspecto, ya que ahora se deja llevar de la mano, lo cual hace unos meses era mucho más difícil. Pero falta mucho para que podamos ir del punto A al punto B de manera tranquila, sin dramas, sin carreras y sin estar pendiente de cada pasito que da. Poc a poc.

No oculto que tengo envidia de esos niños neurotípicos de la edad de Leo, cada uno con sus propios problemas y que también resultan agotadores para sus padres, pero tan diferentes al mío. Envidio que contesten a su nombre, que caminen en la misma dirección de sus padres, que puedan mantener una conversación sobre lo que han comido o a qué han jugado, envidio que entiendan cosas que Leo no entiende, que sonrían para una foto, que sepan lavarse los dientes (aunque no quieran hacerlo) y que les digan qué les gusta y qué no les gusta; si tienen hambre o sed. Envidio muchas cosas, y forman parte de este proceso de aprender que Leo no es como ellos, pero trato siempre de aceptar que las cosas son así, y de esforzarme porque la vida de Leo incluya todas esos detalles que el resto de niños tienen: cumpleaños, salidas al parque con amigos, ir a ver museos o ferias o hacer un picnic, salidas a comer en familia o a cenar a casa de unos amigos y sus niños (neurotípicos). Actividades "normales" (odio esta palabra) que hacen las familias con sus hijos. Actividades que no sólo necesitan ellos, también las necesitamos nosotros, sus padres, y por eso, una de las cosas que más me emociona, es la normalidad con la que nos acogen nuestros amigos cuando hacemos planes con ellos. Y que no parezca que quieran deshacerse de nosotros aunque Leo se ponga a gritar sin motivo aparente justo cuando vamos a empezar a cenar. Siempre habrá cosas que no podamos hacer, fiestas de las que tengamos que irnos antes de tiempo, pero lo importante es no rendirse, seguir intentándolo siempre. Porque los días que van bien, son memorables, y últimamente hemos tenido unos cuantos.


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