Hemos vuelto de vacaciones, 10 días (agotadores) en Ibiza, mentiría si dijera que ha sido todo genial, ha sido genial y horroroso a la vez, sin término medio. Últimamente en esta familia todo suele ser así, momentos muy buenos, momentos muy malos, y sin tiempo para aburrirse o para la paz, nunca mi vida había sido tan intensa.
Los días en Ibiza han sido largos, éramos de los primeros en llegar a la playa y los últimos en irnos, pero no porque nos pasáramos allí todo el día, imposible soportar a las dos fieras tantas horas allí. Es porque Íbamos a las horas de menos sol, porque era imposible soportar a Leo y Bruno mucho rato en cualquier otro lugar y porque la hora de la comida la reservábamos para ver si se alineaban los astros y podíamos descansar echando una siestecita con la barriga llena. Creo recordar que algún día lo hemos conseguido, pero no muchos.
Ya sabíamos que la apuesta por la playa era un triunfo seguro con Leo porque le encanta el agua en todas sus formas, incluido el mar. Pero le gusta tanto que es capaz de pasar horas y horas sin salir, con los labios morados y los deditos arrugados, eso sí pegado a su padre, que es el que le ha acompañado a remojo sin apenas descanso, ya que yo me he ocupado más de Bruno, que también es incansable jugando en la orilla y desafiando mis prohibiciones (tampoco muchas no os creáis, por ejemplo: no te vayas tan lejos, no subas a la caseta del socorrista, no pises toallas ajenas, no subas a las rocas... vamos cositas normales para que su vida no corra peligro). Aún y así los berrinches playeros de Bruno han sido muchos y épicos, y tengo que admitir que cuando se tiraba en la arena a hacer la croqueta y berrear como si estuviera poseído por la misma criatura que en 'El exorcista' porque por decimocuarta vez le he impedido subir la rampa de la caseta del socorriste, yo he adoptado una actitud pasiva cargada con dosis de paciencia dispuesta a observar y esperar a que se le pasara (antes de volver al ataque por decimoquinta vez). Pero una de las cosas que me ha ayudado a sobrellevar los innumerables berrinches de Bruno (es esto una fase?) ha sido que se pusiera a dar sus gritos más altos cuando estaba junto a alguna pareja joven, soltera, sin hijos, despreocupados, relajados, tranquilamente tomando el sol o incluso durmiendo la resaca en la playa, hasta que los decibelios de mi pequeño soprano les fastidiaba ese momento de paz total. Sí, soy así de retorcida y malvada a veces, pero que conste que yo no lo provocaba. Sin embargo soy culpable de obtener cierta satisfacción al observar a Bruno destrozando la paz de alguien más que no sea yo, de alguien que sí que puede descansar durante sus vacaciones y que no se pasa el día cambiando pañales o cargando críos de la playa al coche y del coche a casa y viceversa. Sí ya sé que está feo, pero en algo tengo que encontrar yo también un poco de felicidad, aunque sea por unos segundos, ¿no?
Ha sido interesante este cambio de rutina y de ambiente para Leo, y también ha sido duro el adaptarse a estar en una casa que no tiene los "comodines" que tenemos en la nuestra. Una casa no adaptada para Leo (y Bruno), sin barrera en la cocina, sin canal de dibujos para bebés, sin columpio, sin su cama ni su habitación. Leo estaba malhumorado la mayor parte del tiempo que estábamos en casa del abuelo, así que eso nos ha obligado a pasar mucho tiempo fuera, y a encontrar la estrategia de ir a la playa a última hora de la tarde, darle la cena y dejar que se durmiera en el coche de vuelta a casa. Esto nos ha funcionado bastante bien casi siempre, así que hemos estado 10 días viendo ponerse el sol en la playa (y haciendo fotos, no lo negaré). Pero ambos han reído mucho, han ganado experiencia en el mar, se han bronceado un pelín, se han quitado miedos y han sido muy felices, aunque sacarlos del agua y mantenerlos secos ha sido difícil casi siempre, no porque se negaran a salir, sino por lo que costaba mantenerlos fuera para secarlos o para merendar.
Pero es verdad que ellos cambian muy rápido y que no sabemos qué nos espera en las vacaciones del año que viene. Este año no hemos podido salir a cenar y poca cosa hemos visto de la isla aparte de las playas, pero el año que viene seguro que es diferente, aún no sé cómo ni cuánto de diferente, Leo tendrá 4 años y Bruno tendrá dos y medio, espero que ya hablen y que duerman más fácilmente. Sé que será agotador seguro, pero pasaremos ratos geniales, como los de la foto que encabeza el artículo.